Terminó la Navidad ¿Y ahora qué?
16-01-2023 | Las Provincias
Terminó la Navidad ¿Y ahora qué?
16-01-2023 | Las Provincias
Hemos terminado el tiempo de navidad, un tiempo que invita a la solidaridad y al compromiso. Parece que, en ese tiempo, todas las personas estamos más concienciadas de la necesidad de colaborar con las ONG de caridad y con las personas más vulnerables que conviven a nuestro alrededor pero, después de navidad ¿Qué? Si miramos a nuestro alrededor, continúan habiendo familias necesitadas y personas desfavorecidas con las que nos encontramos, a diario, en nuestras calles y plazas. ¿Qué podemos hacer?
El papa Francisco, habla sobre tender puentes en lugar de construir muros que todavía dividen el mundo... Habla sobre la cultura del encuentro. Con el inicio de la crisis la sociedad europea se ve desorientada y trata de poner soluciones técnicas a problemas que, sin despreciar el progreso científico-tecnológico, van más allá, especialmente si no se quiere romper con los valores que se dicen sostener; ya que Europa se encuentra en una crisis no sólo económica sino también moral y espiritual. Para superar la desmoralización es necesaria la capacidad de integrar, dialogar y construir una sociedad reconciliada, tal y como lo hicieron los padres de Europa.
Detrás de la cultura del encuentro crecen términos como diálogo, integración, discernimiento, construcción, entre otros. Algunos pueden pensar que detrás, de estas palabras sólo hay utopía, ingenuidad, osadía o simple voluntarismo. El papa Francisco insiste, con frecuencia, en que nuestro modo de estar en la vida y de pensar, ha de dar prioridad a la realidad y no a las ideas, a las personas en sus situaciones concretas de vida y no a clichés preestablecidos. Está haciendo una llamada a fondo a cambiar la mirada, tomando en serio eso de que: “la realidad es más importante que la idea” para no dejar que ideologías o abstracciones nos separen de la realidad. Para actuar según estos criterios no es suficiente la buena voluntad, es necesario una conversión intelectual y espiritual, nada fácil, por los hábitos adquiridos de poner nuestras ideas por delante de la realidad. Hay que entrar en una dinámica de una apertura a la realidad, no abstracta sino concreta.
La iglesia tiene algo que aportar a todo esto; aún más, lo que la Iglesia puede aportar no lo puede hacer cualquiera: el anuncio del Evangelio. Los cristianos necesitamos de nuevo, escuchar el Evangelio y, que esta escucha se transforme en una llamada a la conversión en atención a los signos de los tiempos y en acciones decididas ante las nuevas situaciones de la experiencia humana. Necesitamos volver al “amor primero” y, desde él, ser una Iglesia valiente, aun siendo débil y pequeña, en una sociedad que mira con ciertas reticencias las injerencias que considera externas pero, que necesita desesperadamente fundamentos de solidaridad y de ciudadanía, y necesita esperanza verdadera. El anuncio del Evangelio, hoy más que nunca, se traduce en salir al encuentro de las heridas del hombre, llevando la presencia fuerte pero a la vez sencilla de Jesús, su misericordia que consuela, anima y fortalece. De esta manera la fe se hace necesariamente vida concreta y alienta el encuentro entre personas y culturas pero nunca se deja absorber por esas culturas. Se incultura para evangelizar; se abaja y se hace pobre para que el otro, a partir de su cultura, elija qué integrar de lo que se propone… Eso es hacerse todo a todos (1Cor. 9, 19-29)
La participación junto con el compromiso es clave para llevar a cabo la cultura del encuentro y el diálogo. Como dijo el papa Francisco: “La situación actual no permite meros observadores de las luchas ajenas”. Se trata de actitudes y hábitos cívicos de disposición a conocer, compartir y contribuir en multitud de oportunidades que la vida social y religiosa ofrece para los cuales se requiere tiempo y ganas de adquirir compromisos con las necesidades de nuestros hermanos y las de nuestra sociedad, en una actitud de servicio y participación. En este sentido, una de las cuestiones capitales es la de devolver a los jóvenes la esperanza y la motivación para que se sientan implicados en la construcción de un mundo mejor. No podemos pensar el mañana, sin ofrecerles una participación real, como autores del cambio y transformación No podemos imaginar una sociedad nueva, sin hacerles partícipes y protagonistas de este sueño.
Pedro Miret Giner, sacerdote