¿Quieres? ¡Puedes!

12-02-2024  |  Las Provincias

¡Si quieres, puedes limpiarme! (Mc. 1,40). Ésta es la súplica que un leproso anónimo, puesto de rodillas, realizó a Cristo que pasaba por su ciudad hace más de dos mil años. ¡Lo consiguió! Esas palabras llenas de humildad y ese gesto “de rodillas” delante del Divino sanador, provocaron la liberación de ese mal que tanto daño estaba haciendo a ese hombre, según nos relataba el evangelio de la misa de ayer domingo.

Hace unos años tuve la oportunidad de visitar, en diversas ocasiones, una conocida leprosería situada en un paraje natural inigualable y muy saludable para la sanación de esa enfermedad, especialmente en el momento en la que se construyó, respondiendo al deseo tan humano, de querer alejar aquella enfermedad de nuestro entorno, de nuestra vista; así en medio del monte, bien fortificada, se encuentra aquel sanatorio.

Menos fortificadas y, en nuestro entorno cotidiano, nos encontramos con las nuevas formas de lepra que, desde nuestra asociación, Apostolado de la Divina Misericordia de Valencia, intentamos ayudar a sobrellevar cada día. Una de lasrealidades donde más esfuerzo dedicamos es con las personas “Sin Hogar”; pobres de solemnidad, durmiendo entre cartones en estas noches frías de invierno, cobijados en el mobiliario público, familias enteras ocupando espacios comunes inhumanos, cajeros automáticos e incluso entornos naturales como son el cauce del río Turia. Mujeres solas, desprotegidas del todo, que tienen que procurar el alimento para dar de comer a sus familias... Intentamos ayudar a mejor vivir e incluso también a bien morir, en la fe de una vida eterna.

El siglo pasado alejó a los enfermos de lepra lejos; ojos que no ven corazón que no siente... A día de hoy, muchas veces nuestros ojos no pueden dejar de ver la realidad de estas nuevas lepras expandidas por todos los rincones de nuestra ciudad, “leprosos” que, con actitud semejante a la de aquel anónimo del evangelio, también de rodillas me dicen y te dicen: ¡Si quieres, puedes sanarme! Sanación que pasará por saber escuchar al que está solo, saber consolar al que llora, otras veces será llevar un caldo caliente, un bocadillo y una manta, otras será llevar a un enfermo al hospital, otras será llevar una sonrisa de un joven voluntario universitario que la vida le ha sonreído de otra manera, otras será dar una manta limpia, proporcionar una ducha con agua caliente para su higiene personal...

¿Puedes ayudarme? Nuestra ayuda a muchos hombres y mujeres de nuestras calles puede suponerle la sanción del cuerpo y del alma, esa es la labor que, un grupo de voluntarios comprometidos con el mensaje evangélico de la Misericordia, sin prejuzgar a nadie por lo exterior, intentamos desarrollar desde nuestra asociación.

El leproso anónimo, una vez curado, no pudo callar su sanción y la pregonó a los cuatro vientos, aunque Cristo le mandó que no se lo dijera a nadie. También nosotros a veces somos “desobedientes” y estamos llamados a pregonar, con nuestras vidas y con nuestras palabras, las maravillas que Dios obra en nosotros a través de los más desfavorecidos.

No te olvides, en nuestros corazones tiene que resonar la invitación, muchas veces silenciosa y otras ruidosa, de aquellos que pasan necesidad: ¡Si quieres, puedes limpiarme! ¿Quieres?

Pedro Miret Giner, sacerdote